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SANTI CABEZUELO

El Color >>> Para un niño de pocos años un color no es solo un color. Cada uno vibra con espíritu propio y su importancia iguala a los singulares perfiles de los animales del zoo.

 

Descubrir tonos de rojo, amarillo, verde o azul como el que encuentra distintas monedas antiguas; cubrir superficies con cromatismos que, aún hoy, soy incapaz de nombrar.

 

El dibujo, sin embargo, por su capacidad de figurar o de narrar, fue tejiéndose poco a poco como eje principal, apartando el poder del color a un segundo plano.

 

En mi adolescencia recuerdo un zig-zag entre el dibujo y los espasmos del color que lograban alcanzar la luz para, poco después, morir en la noche del negro, el azul o el verde de un jardín wertheriano.

 

Y más tarde poco más. El color fue sinónimo del gran azul. Prusia, verde esmeralda muy escurecido, veronés, tierras, grises, blancos, negros….

 

El rojo, escasísimo, pervivió como señal o herida y el amarillo, extraño, como luz previa al ocaso.

 

Cuando retomé el quehacer artístico, después de años estériles, tan solo pervivía el gris-negro del grafito y la pintura blanca, como pugna suspendida en el manto níveo del salar.

 

Hoy sé que el color es la piel de la vida y asoma, parece, como magma de carne entre las mallas estancas de mis papeles fugaces.

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SANTI CABEZUELO
SANTI CABEZUELO
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